Leí el siguiente escrito de la libertaria Gloria Álvarez:

“Lo absurdo es quejarse del gobierno y a la vez pedir más gobierno.

Explíquenme algo: ¿Cómo funciona eso de salir a las calles a quejarse de un gobierno corrupto y ladrón como está pasando en Latinoamérica, pero al mismo tiempo premiarlo al exigirle que se encargue de cada vez más áreas de nuestras vidas?

¿Que regule precios, que ponga subsidios, que haya trabas para el comercio internacional, que se encargue de la educación, que la salud, que la pensión, la energía, el agua, la comida, el petróleo, que el gobierno tenga el monopolio de la creación del dinero, del uso de la fuerza y del subsuelo?

¿Cómo pretenden todos los latinos que salen a las calles a quejarse de sus gobiernos que éstos van a dejar de robar cuando los dejan a cargo de todos los rubros con los que luego roban?

¿Cómo pretenden que el gobierno deje de robar dejando un rubro como la educación o la energía en manos exclusivas de ese gobierno corrupto?

¿Cómo pretenden que esa educación vaya a ser de calidad cuando los más interesados en mantener ignorantes a las masas para manipularlas con facilidad son esos mismos corruptos a quienes ustedes quieren poner de guardianes absolutos de la educación?”

No, el problema no se soluciona en las urnas. Votar no cambiará absolutamente nada. Si votar hiciera alguna diferencia, no nos dejarían hacerlo.

El problema se soluciona eliminando el tamaño y poder del gobierno. El problema se soluciona implementando un sistema en el que el gobierno tenga tan poco poder que no importe quien sea el presidente.

Libertarismo. Capitalismo. Derechos individuales. Gobierno limitado. Esas fueron las bases bajo las cuales se construyó el país más próspero, justo y libre de la historia: Estados Unidos.

No era una monarquía, así que no había tiranía de la corona. No era una democracia, así que no podía caer en las manos del populismo.

Era una República. Una verdadera República. La única República que ha existido.

Los Padres Fundadores conocían los peligros de una democracia. Thomas Jefferson nos advirtió: “Recuerden, una democracia jamás dura mucho tiempo. Eventualmente se mata a sí misma. Nunca ha existido una democracia que no haya cometido suicidio”.