El asesinato del archiduque Francisco Ferdinand de Austria-Hungría por un nacionalista serbio en 1914 fue un duro golpe para Austria, pero no fue una razón suficiente para sumergir al mundo en una guerra que reclamaría más de 10 millones de vidas.
Para financiar las primeras etapas de la Primera Guerra Mundial, Inglaterra y Francia tomaron fuertes prestamos de los inversionistas en Estados Unidos y seleccionaron la Casa de Morgan como agente de ventas para sus bonos. Morgan también actuó como su agente de compras en Estados Unidos para materiales de guerra, obteniendo así ganancias en ambos lados del flujo de efectivo: cuando el dinero fue prestado y cuando el dinero fue gastado.
Pero la guerra comenzó a ir mal para los aliados cuando los submarinos alemanes tomaron el control virtual de las rutas marítimas del Atlántico. Mientras Inglaterra y Francia se acercaban a la derrota o a una paz negociada con los términos de Alemania, cada vez era más difícil vender los bonos. El flujo de efectivo de Morgan comenzó a estar amenazado. Además, si los bonos que se vendieron antes fallaban, como ciertamente lo harían tras la derrota, el consorcio de Morgan sufriría enormes pérdidas.
La única manera de salvar al Imperio Británico, restablecer el valor de los bonos y sostener el flujo de efectivo de Morgan y los banqueros era hacer que el gobierno de Estados Unidos proporcionara el dinero. Pero, dado que las naciones neutrales no podían hacer eso por el tratado, los Estados Unidos tenían que entrar en la guerra. Se hizo un acuerdo secreto para lograr este fin. Mientras tanto, Morgan compro el control sobre los segmentos principales de los medios de comunicación y dirigió un bombardeo editorial contra Alemania, haciendo un llamado a la guerra como un acto de patriotismo.
A los niños se les enseña que el Tío Sam entro en la guerra “para hacer del mundo un lugar seguro para la democracia”. Pero, realmente, los tambores de guerra americanos fueron golpeados por hombres con objetivos mucho menos idealistas.