La literatura que documenta las ideas que crearon el socialismo indio proporciona una lectura maravillosa: filosófica, profundamente moral, profundamente seria. Leyendo las palabras de Gandhi, uno desea sinceramente que la esencia humana de su visión podría haber sido implementada.
Gandhi era un gigante moral, así como Marx, a su manera, era un gigante moral. Cada uno tenía un plan para transformar radicalmente el mundo con el efecto de mejorar las vidas de los pobres.
El problema, como argumentaron los economistas austriacos, no es tanto con el contenido del PLAN, y no necesariamente con la intención moral de los hombres que elaboran el PLAN, sino con el hecho del propio PLAN.
A diferencia de la India, Hong Kong tuvo mucha suerte en tener sus asuntos moldeados por dos hombres que no eran gigantes morales, pero que tenían el mando completo de una pieza crucial de sabiduría.
“A la larga”, escribió Sir John James Cowperthwaite, secretario financiero de Hong Kong de 1961 a 1971, “el agregado de decisiones de los empresarios individuales, ejerciendo el juicio individual en una economía libre, aunque a menudo se equivoque, es menos probable que haga daño que las decisiones centralizadas de un gobierno, y ciertamente es probable que el daño se contrarreste más rápido”.
En Hong Kong, esta idea se conoce como “no intervencionismo positivo”, y fue la base del éxito económico casi sin precedentes de la ciudad-estado.
Los sentimientos de Cowperthwaite llegaron hasta su sucesor, Sir Charles Philip Haddon-Care, quien apoyó estrechamente la opinión de Hayek: “El no intervencionismo positivo implica tomar el punto de vista de que normalmente es inútil y perjudicial para la tasa de crecimiento de una economía, en particular una economía abierta, que el gobierno intente planificar la asignación de recursos disponibles para el sector privado y frustrar el funcionamiento de las fuerzas del mercado”.
Esa es una especie de sabiduría que carece de la responsabilidad moral satisfactoria de la opinión de Gandhi, o de las declaraciones románticas de los socialistas que a lo largo de la historia han afirmado trabajar en nombre de los pobres y explotados.
En resumen, el secreto del éxito de Hong Kong no es ningún secreto y puede resumirse en cuatro palabras: capitalismo de libre mercado.
Después de un siglo en el que el socialismo se intentó en muchas partes del mundo, podemos llegar a las siguientes conclusiones: el punto más fuerte a favor del socialismo es que suena bien, mientras que el punto más fuerte a favor del capitalismo es que FUNCIONA.